EL ORIGEN DEL SAGRADO CORAZÓN

CORAZÓN DE JESÚS-1

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Pío XII, en la encíclica Haurietis aquas, nos dice:

“El Corazón de Cristo es así el Corazón del Verbo eterno que ha querido amarnos con un corazón humano para que nosotros pudiéramos conocer y experimentar el amor que Dios nos tiene. «Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: ‘El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí’ (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), «es considerado como el principal indicador y símbolo… del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres”

Juan Pablo II, Carta al Prepósito General de la Compañía de Jesús, 5 de Octubre de 1986.

<<Efectivamente, el Señor en su Providencia quiso que en el umbral de los tiempos modernos, en el siglo XVII, partiese de Paray-le-Monial un poderoso impulso a favor de la devoción al Corazón de Cristo, bajo las formas indicadas en las revelaciones indicadas por Santa Margarita María; sin embargo, los elementos esenciales de esta devoción pertenecen de manera permanente a la espiritualidad propia de la Iglesia a lo largo de toda la historia. Pues desde el principio la Iglesia ha dirigido su mirada hacia el Corazón de Cristo traspasado en la cruz, del cual brotó sangre y agua, símbolo de los sacramentos que constituyen la Iglesia. Y, en el Corazón del verbo encarnado, los Padres de Oriente y Occidente cristianos han visto el comienzo de toda la obra de nuestra salvación, fruto del amor del Divino Redentor del que este Corazón traspasado es un símbolo particularmente expresivo»

================== Visión de Marie-Julie Jahenny.

El soldado Longinos descendía pensativo por las laderas del Calvario. Era viernes por la tarde. Llevaba al hombro la lanza que había atravesado el costado del Crucificado.

Una gota de Sangre permanecía en el extremo del hierro, brillante, roja; Estaba a punto de caer en el polvo del camino. Dios hizo un cáliz; en el borde del camino, un tallo surgió de repente, el tallo formó un capullo, el capullo se abrió, era un lirio tan blanco como el manto de los ángeles. La gota de sangre cayó en la corola y ésta se cerró.

Longinos no había visto el prodigio, y continuó su marcha. Pero uno de los arcángeles que rodeaban el Calvario se había separado de las Falanges celestiales y había seguido al soldado. Se inclinó y arrancó la flor. Luego se marchó y, cuando estuvo en el Cielo, plantó el hermoso lirio en el jardín de los ángeles.

Cada primavera, un tallo brotaba pero el capullo no se abría. Ocurrió Cuatro o cinco veces, sin embargo, en el transcurso de los siglos, los pétalos del lirio parecían a punto de abrirse, e incluso desprendían una fragancia tan dulce… Pasó cuando llegaron a la tierra almas ardientes, amantes del Crucificado. El Arcángel se inclinó, mientras esperaba que el hermoso lirio floreciera, pero no se abría.

El Señor hizo florecer el lirio en el jardín de los Ángeles. El Señor ordenó que el capullo se abriera. Un perfume embriagador llenó todo el Cielo. La corola se dobló, la gota de Sangre cayó. Cruzó todas las esferas del Cielo. Las estrellas, que lo vieron caer, lanzaron todos sus rayos y la gota de Sangre carmesí con mil fuegos.

Al caer, cayó sobre un rinconcito de la tierra donde había una niña de cuatro años arrodillada en una iglesia. Sucedió entre las dos Elevaciones de la Misa.

La niña tenía sus rodillitas desnudas en el suelo y dijo unas palabras que se sentía obligada a repetir siempre, sin entenderlas demasiado:

‘Oh Dios mío, consagro mi pureza y te hago voto de castidad perpetua’.

Cuando se levantó, después de la segunda elevación (en la Misa), vio una gota de sangre, brillante como el fuego que caía sobre ella; la recogió en sus manitas, se la llevó a los labios, y como las florecillas beben la gota de rocío, bebió la gota de Sangre. Desde entonces, su corazón ardió siempre en su pecho.

La niña era (Santa) Margarita María, en la pequeña iglesia del Castillo de Terreau en Verosvres.

La devoción al Sagrado Corazón había sido sembrada en el mundo con la última gota de Sangre del Costado traspasado en el Calvario.

Desde entonces, la Sangre del Sagrado Corazón extraída del cáliz eucarístico ha hecho florecer esta querida devoción en los puros de corazón.

EL CORAZÓN HUMANO, IMAGEN EMBLEMÁTICA DEL CORAZÓN DE JESÚS.

En las artes de la cristiandad perseguida y bajo los primeros emperadores constantinianos, aparece a menudo la imagen del corazón sin que quepa limitarse siempre razonablemente a ver en él un motivo puramente ornamental, ni asimilarlo siempre a esas hojas cordiformes de convólvulos empleadas en la epigrafía romana. El sabio explorador de la Cartago antigua R. P. Louis Delattre publicó numerosas imágenes de corazones descubiertos en platos o lámparas fabricados entre los siglos III y VI, que son de fabricación cristiana.

Durante largos siglos, en Roma y en el resto de la cristiandad, el culto al Corazón de Jesús se confunde con el de la herida causada en su costado, en el Calvario, por la lanza del soldado romano que lo atravesó.

Si bien no conocemos, antes de fines del siglo XIII otras imágenes simbólicas del corazón humano que puedan considerarse que representan el del Salvador, al menos los escritores de aquel tiempo hablaban frecuentemente del Corazón de Jesucristo como foco

de su amor a los hombres y como fuente de la sangre que derramó por la salvación del mundo. Así San Bernardo, en el siglo XV, Guillermo de Saint-Thierry hacia 1503, y hacia la misma época el autor del Lagar Místico.

A partir del siglo XIII, con las cuatro corrientes místicas de los benedictinos, los cistercienses, los dominicos y los franciscanos, y en los escritos de las monjas, las santas Matilde y Gertrudis, con San Francisco de Asís, San Buenaventura, San Antonio de Padua y Ubertino de Casale, se multiplican los textos referentes al Corazón del Salvador y aparecen representaciones. A fines del siglo XIII, o bien a comienzos del XIV, lo encontramos grabado sobre el nombre mismo de Cristo, en un molde de hostias que se encuentra en el Museo de Vic, en Barcelona; entre 1308 y 1309.

Santa Gertrudis (1256-1302).

Es necesario hacer mención de las revelaciones que recibió esta santa alemana, que fueron la base en la que se sustentaron los santos y santas, místicos y

Papas que promovieron la Devoción del Sagrado Corazón de Jesús.

Un día en el que estuvo enferma, nuestra santa se quejó de que no podía escuchar el sermón dominical, al que el Señor le respondió: “¿Quieres, carísima, que te predique yo?”, Gertrudis accedió y percibió que Jesús la acercaba a Él de forma tan íntima que “sintió en el Corazón del Señor dos latidos admirables y sumamente suaves”. Él luego le explicó el significado de los dos latidos: el primero representa “la salvación de los pecadores” y con este latido el Corazón Divino, en primer lugar, habla “sin cesar a Dios Padre” para obtener la misericordia para los pecadores (cf. 1Jn 2,1), habla a todos sus santos exhortándolos a orar fielmente por los que viven en pecado y finalmente habla también al mismo pecador para llevarle “misericordiosamente al arrepentimiento”. El segundo latido se refiere a la salvación de los justos y con él, el Corazón de Jesús se regocija con el Padre por estar en los corazones de los fieles, palpita de alegría con todos los santos y los ángeles del Cielo por los fieles que le muestran “gratitud por todos los beneficios” concedidos y por conceder, y finalmente, invita a los cristianos “de distintas maneras con gran ternura a progresar día tras día, hora tras hora con

perseverancia” en la fe. Jesús concluyó su revelación con las siguientes palabras:

Así como el latir del corazón humano no se interrumpe por la mirada, el oído o cualquier trabajo humano, y nada le impide seguir su ritmo, del mismo modo ni el gobierno y ordenación del cielo, de la tierra, de todo el universo podrá suspender, temperar o impedir por un instante hasta el fin del mundo estos dos latidos en mi Corazón divino.

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Continuando con la evolución simbólica de la representación del Corazón de Jesús, diremos que uno de los jefes de la Orden del Temple que fueron encerrados en el torreón de Chinon lo grabó con un cuchillo en la muralla de su prisión poco antes de morir en la hoguera. Sobre Este hecho, nos extenderemos más adelante.

También en el pequeño sello de Esteme-Couret, de la misma época, encontrado en el Poicou por el conde de Rochebrune, aparece con la cruz y unos rayos que se

escapan del punto en el que la cruz se hunde en él. A veces acompaña la evocación de los demás miembros heridos por la crucifixión, o bien el corazón mismo está atravesado por los tres trágicos clavos; otras veces, a finales del siglo XV, y por una exageración de simbolismo extraño, este Corazón de Cristo está provisto de piernas y brazos directamente engarzados a él; así lo encontramos esculpido al pie de las estatuas del Cristo sentado, esperando la muerte, en Saint-Nizier de Troyes, en Venizy y pintado en la capilla del Corpus Christi College de Oxford.

Nunca, antes del siglo XIX, fue representado el corazón del Salvador tan a menudo como en ese período que empieza en la segunda mitad del siglo XV y que termina a mediados del XVI. Precisemos bien que esta figura del Corazón de carne de Jesucristo es emblema, en el culto católico, de su amor por los hombres. Es, dijo León XIII, «el símbolo y la imagen de la caridad infinita de Jesucristo». Este sentido queda todavía mejor precisado cuando aparece rodeado de llamas: entonces, según el lenguaje litúrgico, es el «horno ardiente de caridad», Cor Jesu fornax ardens caritatis.

Añadamos que el corazón herido no cambia de significado cuando se presenta en relación con los instrumentos de la Pasión, o bien junto con las llagas de los pies y de las manos. pues el suplicio del Redentor fue por excelencia un acto supremo de amor. Tal fue ciertamente el pensamiento de nuestros padres: el Corazón de Cristo, verdadera fuente de la sangre que elaboró, la derramó sobre el mundo como tributo de amor a través de las aberturas que causaron al crucificado los azotes y las espinas, los clavos y la lanza.

Excepcionalmente, en el antiguo arte religioso, el Corazón de Jesucristo aparece en condiciones que expresan una profundidad y una envergadura de pensamiento magníficas: así, en un mármol de finales del siglo XV procedente de la antigua Cartuja de Saint-Denis d’Orques (Sarthe), el Corazón herido de Jesucristo triunfa en medio de una gloria de llamas y de rayos; constituye, al propio de la bóveda tiempo, el centro de dos círculos el primero de los cuales tiene la cruz y los signos astronómicos de los siete planetas, emblema de los espacios infinitos del firmamento, que corresponden a los siete cielos de los místicos orientales; el segundo circulo tiene los doce signos del Zodiaco, que rigen la sucesión de las estaciones y de

los años, símbolo de la infinita duración de los tiempos pasados y de los tiempos por venir. He aquí pues, con ello, al corazón glorificado de Jesucristo puesto en el lugar que ocupaba la tierra en el sistema geocéntrico de Tolomeo, que era ley en la época en que se esculpió el mármol de Saint-Denis d’Orques, el Corazón de Cristo puesto también como centro de la infinitud de los tiempos y de la infinitud de los espacios, luego como centro mismo del Universo entero que llena de la irradiación de su amor y de su gloria. ¿Cabe soñar más magnífica y más Inmensa apoteosis?.

No quedarán extraordinariamente sorprendidos de que un cartujo de aquel tiempo pudiese concebir tal glorificación quienes conozcan la doctrina cartujana de la época referente al culto del Corazón de Jesús tal como la establecen las obras de los monjes Ludolfo de Sajonia, Domingo de Tréveris y Dionisio Cartujano, el «Doctor extático».

Cuando del corazón humano escapan llamas, no siempre representa el Corazón de Jesucristo, porque,

aunque esté abrasado por el fuego del amor, puede ser un corazón absolutamente profano; pero cuando es el centro de una irradiación de rayos luminosos y gloriosos, siempre podemos deducir, a menos que el texto especifique lo contrario, que simboliza el Corazón del Redentor que se muestra en la gloria, iluminándolo todo con su esplendor. Es entonces cuando los místicos lo aclaman con las palabras de David: In lumine tuo videbimus lumen, -En tu luz vemos la Luz».

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EL SAGRADO CORAZÓN DEL TORREÓN DE CHINÓN,

ATRIBUIDO A LOS Caballeros del Temple.

No es necesario repetir aquí la historia de la Orden de los Templarios.

La defensa militar de las conquistas territoriales de la primera Cruzada y la protección de los Peregrinos de

Europa en su camino hacia los venerados santuarios de Tierra Santa.

Durante casi dos siglos, justificó heroicamente la fe de los cruzados con el generoso derramamiento de su sangre en todas las batallas de Oriente.

Los favores que le prodigaron Papas y soberanos, y las inmensas riquezas que recibió, tanto de los príncipes como de los señores de Occidente que, incapaces de ir a luchar a Palestina, fueron sustituidos por grandes donaciones a aquellos cuyas vidas estaban dedicadas a las constantes batallas de la Guerra Santa. El Gran Maestre del Temple tenía el poder, los privilegios y el rango reconocido de un soberano.

Esta prosperidad material y la inactividad militar en la que la Orden se adormeció durante los últimos treinta y cinco años, causaron su caída. Abandonando el santo camino que les marcaba su Regla Imponía a su celo, los dirigentes de la Orden, aprovechando Sus inmensas riquezas, se entregaron al agiotaje y se convirtieron de hecho en los banqueros de los Estados de Europa, a los que mantenían en un semi-tutelaje financiero. Los príncipes, en particular Felipe IV de Francia, se indignaron por ello y éstos, alentados sobre

todo, según se cree, por el consejo de sus Legistas, resolvió llevar a cabo la destrucción de la Orden.

Tras una investigación general ordenada por el papa Clemente V, que se encontraba en Francia, el destino de la Orden del Temple fue puesta en manos de los Padres del Concilio de Vienne-en-Dauphiné, quienes, constatando la laxitud de su disciplina y sus verdaderos defectos, y reconociendo que ya no cumplía la finalidad de su institución para la que había sido creada, consideraron que su supresión era oportuna. Fue por Clemente V en consistorio secreto en octubre de 1311, y la bula fue publicada al año siguiente.

Felipe el Hermoso no había esperado a la decisión pontificia para llevar a los Templarios, por diversos motivos más o menos engañosos, ante la justicia secular; y, en 1307 arrestó a todos los de su reino, sin exceptuar a El Gran Maestre, Jacques Molay, a quien había traído de Chipre, su lugar habitual de residencia, con el pretexto de elaborar con él los planes de una próxima cruzada.

El papa Clemente se alojaba entonces durante dieciséis meses en el monasterio de los Cordeliers de Poitiers.

El Gran Maestre y los principales templarios de Francia, setenta y dos en número, fueron conducidos a Poitiers, pero como Jacques Molay enfermó durante el camino, fueron llevados a Chinón.

Fueron todos internados en las torres del castillo, y el rey, por oscuras razones, los mantuvo allí mucho después de que su líder se hubiera recuperado.

En agosto de 1308, fueron interrogados por los cardenales delegados del Papa. Una vez concluida la investigación, los eminentes prelados permitieron a los prisioneros participar de los Sacramentos, y en una carta escrita antes de su partida de Chinón, intercedieron por ellos ante el rey Felipe; pero al año siguiente se celebró en Tours un parlamento secular, en el que predominaba la influencia de los legistas, que los condenó unánimemente.

Durante varios meses, los desafortunados cautivos habían tenido pocas ilusiones, pero desde ese día se sintieron perdidos y ya podían ver el siniestro resplandor de las hogueras en las islas del Sena.

Un impresionante testimonio de los pensamientos de piedad y arrepentimiento en los que sus almas buscaban fuerza en la resignación, un elemento de consuelo para su angustia presente y para la otra vida, una fuente de esperanza confiada en la bondad de Aquel que, único infalible en sus juicios, permite tan a menudo que su Misericordia prevalezca sobre su Justicia. Por eso la memoria local atribuye a uno de estos desgraciados toda una serie de «graffitis», es decir, dibujos profundamente grabados a cuchillo en el muro interior de la gran torre del homenaje de Le Coudray, centro de la fortaleza de Chinón, donde los más eminentes de los Caballeros estuvieron cautivos.

“Se pueden ver… tallados en la piedra, signos, caracteres y dibujos burdos. Cinco Palabras en letras góticas son las únicas legibles: Pido perdón a Dios. Todavía se pueden distinguir Cruces y perfiles de figuras postradas. Uno de ellos lleva un atuendo en parte eclesiástico y en parte militar: una larga túnica, un escudo y una espada.

Estas inscripciones proceden sin duda de los Caballeros Templarios.

Santa Gertrudis La Grande, nacida en el siglo XIII, experimentó una visión en la fiesta de San Juan Evangelista donde tanto ella como el Amado Apóstol descansaron sus cabezas sobre el Corazón de Cristo y fueron completamente llevados a un éxtasis de deleite al escuchar el latido del Divino Corazón. Le preguntó a San Juan si había sentido estos latidos la noche de la Última Cena, cuando apoyó su cabeza sobre el Corazón de Nuestro Señor, y por qué nunca había escrito sobre este hecho en su Evangelio.

San Juan respondió:

“ Sí, los oí, y mi alma quedó penetrada de su dulzura hasta el centro mismo. (…) Mi ministerio en aquellos primeros tiempos de la Iglesia se limitaba a hablar del Verbo Divino, Hijo Eterno del Padre, unas palabras de profundo significado sobre las cuales la inteligencia humana podía meditar por siempre, sin agotar jamás sus riquezas; pero para estos últimos tiempos estaba reservada la gracia de escuchar la elocuente Voz del

Corazón de Jesús. Con esta Voz, el mundo desgastado por el tiempo renovará su juventud, será despertado de su letargo y nuevamente será inflamado con el calor del Amor Divino ”.

Nuestro Señor también le dijo que “El amor del Verbo Encarnado, ejemplificado por Su Divino Corazón, está reservado para que se dé a conocer en los últimos tiempos ; para que el mundo, llevado por sus locuras, recupere un poco del calor de la primitiva Caridad cristiana, aprendiendo del amor del Sagrado Corazón…”

……………………….

Finalmente, tras siglos de constantes referencias, surgió la devoción al Sagrado Corazón de Jesús a partir de las revelaciones recibidas por Margarita de Alacoque, a quien Cristo le dio este mensaje:

«Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio».

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El Sagrado Corazón en España.

Aunque fue en 1919 cuando el Rey Alfonso XIII consagró España al sagrado Corazón de Jesús, hay que remontarse dos siglos más atrás para encontrar el origen de esta consagración en nuestro país, ya que fue el jesuita P. Bernardo de Hoyos (1711-1735), quien impulsó esta devoción después de escuchar en una de sus revelaciones estas palabras de Jesús: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes”.

Para la consagración de España al Corazón de Jesús se eligió el Cerro de los Ángeles, “por la circunstancia de hallarse en el centro geográfico de la península, o sea,

en el centro donde se cortan dos líneas diametrales trazadas desde el cabo Ortegal hasta el de Palos y desde el cabo de Creus al de Espichel”.


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«Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo:¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.»

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